En todas las culturas el culto al agua ha jugado un papel trascendental. Lo podemos rastrear en muchas leyendas y mitos. Hay seres y dioses mitológicos del agua, historias de héroes que tienen algo que ver con ella e incluso historias de islas y continentes perdidos debajo de la superficie. Miles de cultos, oraciones y canciones se repiten en las distintas civilizaciones para atraer al agua, para contenerla, para dar las gracias por sus favores. El agua forma parte de rituales de vida y muerte en las distintas religiones. El agua es el verdadero elixir de la vida.
En los países desarrollados, el simple gesto de abrir un grifo ha banalizado un privilegio tan importante para nuestras vidas como es tener agua ilimitada a nuestro alcance.
En las áreas rurales de los países más desfavorecidos el agua no siempre está al alcance de las personas. Según un nuevo informe de UNICEF y la Organización Mundial de la Salud, 2.100 millones de personas en todo el mundo enfrentan ese desafío todos los días. Y la tarea de proporcionar agua a los hogares recae desproporcionadamente en las mujeres y las niñas. Con frecuencia, emplean tanto tiempo en conseguirla que les aparta de otras tareas fundamentales. Las niñas no pueden acudir a la escuela, las mujeres no pueden tener un trabajo estable. Además, durante ese largo recorrido, son vulnerables a agresiones y violaciones.
La distancia promedio que caminan en África y Asia para conseguir agua es de seis kilómetros.
Las mujeres llevan cargas pesadas de agua (unos 20 litros) en sus cabezas. Esto causa daños severos en el cuello y la columna vertebral con el tiempo. Esta actividad les obliga a trabajar el doble que los hombres. Además, en muchas ocasiones, el agua que pueden consumir está en condiciones insalubres y enferma a los niños que pasarán a su cuidado.
En el maravilloso documental Kenya’s Water Women de Catherine Ondele y Rosemary Atieno para la serieWomen Make Change que ha dedicado la cadena Al Jazeera a la mujer, nos muestra como en la ciudad de Kakamega, al oeste de Kenia, con la ayuda de la trabajadora social Rose Atieno y la enfermera Catherine Ondele, utilizan tecnología de recolección de agua de lluvia para llevar agua potable a las aldeas. Este proyecto forma parte de la Global Women’s Water Initiative (Iniciativa Global del Agua para Mujeres) que intenta proporcionar a las mujeres las habilidades para construir, reparar y mantener los tanques de recolección de agua de lluvia.
Gracias a este proyecto, las mujeres se han convertido en albañiles capacitadas, han ayudado a otras mujeres a construir nuevos tanques y han convertido el agua en una fuente de ingresos vendiéndola a la compañía de agua.
Invertir en los accesos al agua contribuye a fortalecer la inclusión social, erradicar la pobreza y promover la sostenibilidad ambiental.
También, como ya han apuntado organizaciones como FIDA (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola), el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, UNICEF, UNESCO WWAP o ONU Agua y ONU Mujeres entre otras, dotar a las mujeres de recursos en materia de acceso al agua las empoderará, les proporcionará un estatus en medios donde están en condiciones de explotación y les dotará de armas para mejorar su condición.
Desde aquí, quiero compartir mi admiración por estas niñas y mujeres que demuestran cada día de sus vidas un valor inconmensurable, una capacidad de trabajo extraordinaria y un coraje sin límites. Son las heroínas silenciadas porque, tal vez, occidente prefiere ignorarlas.