Hace pocos días, jóvenes de más de 1.000 ciudades en todo el mundo se han manifestado para reclamar actuaciones urgentes por el medioambiente. Tienen toda la razón: el cambio climático afecta a todas las regiones del mundo. Los casquetes polares se están fundiendo y el nivel del mar está subiendo. En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos y las inundaciones son cada vez más frecuentes, y en otras se registran olas de calor y sequías. La gente más joven está demandando a sus mayores, a los que ahora tienen la capacidad de cambiar las leyes, que les dejen un mundo mejor. Estas leyes pasan irremediablemente por frenar la tala de árboles por parte de los seres humanos (deforestación) porque afecta la vida silvestre, los ecosistemas y el clima. Sin ellos, los árboles, no hay futuro.
En 1971, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) designó el 21 de marzo como el día internacional del árbol, coincidiendo con la entrada de la primavera en el hemisferio boreal y con la del otoño en el austral para llevar a cabo actividades de conmemoración y concienciación de la importancia fundamental que tienen los bosques para la vida y para el mantenimiento de todas las actividades humanas. Pero los árboles no sólo son fundamentales para la vida humana, son prácticamente seres solidarios y sensibles según revelan recientes estudios. Quizás, la Abuela Sauce en Pocahontas, el árbol del sapo en El laberinto del Fauno o el sauce boxeador de Harry Potter no son personajes tan irreales como creemos.
La Doctora Suzanne Simard, profesora de ecología forestal en el Department of Forest and Conservation Sciences de la University of British Columbia nos cuenta, junto con Peter Wohlleben, en su libro The hidden life of trees (2015) cómo sienten y se comunican entre ellos.
Simard revela que, bajo tierra, un mundo de caminos biológicos conecta árboles y les permite comunicarse y comportarse como un único organismo que es solidario. Los árboles se ayudan entre ellos y alertan de peligros: “hay una inteligencia, una sabiduría, una protección que se transmite de una generación a la otra. Estas plantas están conectadas en el tiempo y en el espacio, y a través de las generaciones”.
Lo más interesante es que, durante su investigación, también descubrió que los árboles cumplen diferentes roles en la comunidad vegetal: los árboles más grandes y viejos son los que están mas conectados con el resto y cuando germinan los árboles más jóvenes les transfieren elementos vitales gracias a los cuales aseguran su pervivencia y crecimiento, como si de unos padres se tratara.
Entre los árboles se produce un intercambio constante: cuando uno está afectado, por ejemplo, por una plaga, el vecino la manda más agua o carbono, es decir, comparte sus recursos a través de la red con el que tiene necesidad. Los que están mejor ayudan a los que están peor.
Suzanne Simard ha sido acusada por algunos científicos de humanizar en exceso a los árboles. Sin embargo, no deja de ser una forma de divulgar la ciencia de modo que todos entendamos los resultados de su estudio y de conseguir un mínimo de empatía en un momento tan delicado para el medio ambiente:
“Cuando se conozcan las capacidades de los árboles, y se reconozcan sus vidas emocionales y necesidades, entonces cambiará gradualmente la forma en que los tratamos.
Quizás algún día se podrá descifrar el lenguaje de los árboles, dándonos material para historias aún más asombrosas. Hasta entonces, en tu próximo paseo por el bosque, deja rienda suelta a tu imaginación.”
De alguna manera el ser humano ha sentido esa sensibilidad cuando está en un bosque, rodeado de árboles y plantas. A lo largo de los siglos, pueblos y culturas han conectado con los árboles. La naturaleza y, en particular, los árboles entrelazan con los seres humanos vinculaciones muy estrechas y antiguas.
Según varios estudios, citados en el libro de Matthew Silverstone, Blinded by Science (2011), los niños muestran “mejoras en salud y bienestar” cuando interactúan con las plantas, logrando alcanzar una mejor función cognitiva y emocional en entornos verdes. Los árboles tendrían efectos benéficos sobre las enfermedades mentales, los trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los tiempos de reacción, la depresión o los dolores de cabeza. La arboraterapia, por ejemplo, afirma que abrazar a un árbol reduce el dolor, la presión arterial, la temperatura corporal y ayuda a curar fracturas, entre otros beneficios.
El día Internacional de los Bosques debe servir para remover nuestras conciencias pero, sobre todo, para presionar a quienes pueden cambiar las leyes. Porque todos somos un único organismo y, si uno falla, fallamos todos. Como reza un proverbio indio “Los árboles son las columnas del mundo, cuando se habrán cortado los últimos árboles, el cielo caerá sobre nosotros”.
Feliz semana